En la década de 1960, dos geólogos marinos británicos, Vain y Matthews, propusieron la hipótesis de la "expansión del fondo marino". Creen que hay una astenosfera de cientos de kilómetros de espesor en la capa del manto debajo de la corteza terrestre. El material aquí está en convección constante y la velocidad de convección es de aproximadamente uno a varios centímetros por año. Durante la convección, los materiales más pesados se concentran gradualmente hacia el centro del núcleo, mientras que los materiales más ligeros ascienden lentamente. Cuando el material ascendente se mueve hacia el fondo de la capa de roca de la corteza terrestre, es desviado por la capa de roca, es decir, el material astenosférico con alta temperatura y alta presión se difunde y fluye a lo largo del fondo de la capa de roca en todas direcciones. Este flujo es poderoso y puede separar gradualmente las rocas. En la parte agrietada, el magma brota de la superficie de la corteza a lo largo de las grietas, se enfría y forma paredes de roca, y el fondo marino original es empujado hacia ambos lados. A medida que el magma continúa brotando, las paredes de roca continúan levantándose y el nuevo fondo marino continúa expandiéndose, extendiéndose a ambos lados. Como resultado, se formó una serie de nuevas y magníficas montañas submarinas en el fondo del océano, que geológicamente se denominan "cordilleras mediooceánicas" o "cordilleras oceánicas". Esta cresta se puede ver en los fondos marinos del Pacífico, el Atlántico y la India.
A medida que se forman dorsales oceánicas y nuevas llanuras submarinas, éstas continúan moviéndose. De hecho, la astenosfera en el manto actúa como una "cinta transportadora", empujando nuevas crestas fuera de las rocas de la corteza terrestre mientras las empuja lentamente hacia abajo desde las fosas oceánicas para fundirse nuevamente en el manto. Se ha medido que el fondo del océano se está expandiendo muy lentamente. En el fondo del Océano Pacífico, la tasa de expansión de la corteza a ambos lados de la dorsal es de unos 6 centímetros por año, y en el Océano Atlántico, de unos 2 centímetros por año. Se necesitan entre 200 y 300 millones de años para que la corteza del fondo del océano experimente cambios dramáticos.