El francés tiene normas muy claras, que pueden reflejarse en varios aspectos, como el número de paralelos, el tiempo unificado, la colocación de las palabras y la armonía del tema.
Debido al rigor del francés, cada oración es coherente y, en oraciones largas, las personas pueden entender el significado de un vistazo y rara vez hacen que la oración sea ambigua.