En estos cinco días aprendí sobre mí.
El entrenamiento duro puede perfeccionar la voluntad. Para un niño con buenas condiciones de vida y que nunca ha estado separado de sus padres desde pequeño, el entrenamiento militar es una buena oportunidad para hacer ejercicio. Cinco días es demasiado poco para aprender más. Aunque no aprendí a adaptarme, aprendí a perseverar.
Sólo en el sufrimiento las personas pueden conocerse verdaderamente a sí mismas. De hecho, el entrenamiento militar me brindó esa oportunidad. Reconocí mis defectos y carencias, y también vi mis fortalezas y debilidades. El entrenamiento militar también me dio tiempo para pensar en la vida y me hizo comprender muchas verdades. Si una persona sufre, entonces sus pensamientos son los más racionales en este momento. No tendrá miedo y avanzará ante los desafíos.
El día antes de salir del cuartel, habíamos terminado el entrenamiento y el instructor se sentó con nosotros y charlamos. Ese día, por primera vez, noté los ojos relajados del instructor, lo que me dejó asombrado. Ya no son jóvenes. Dedicaron su juventud a nuestra patria. Esos ojos no revelan arrepentimientos, orgullo ni expectativas para nuestra generación. Después de este entrenamiento militar, me entiendo mejor que antes a mí mismo y a las personas que me rodean, y también me hace valorar más todo lo que tengo.