Si pudiera hablar las lenguas de decenas de miles de personas y las palabras de los ángeles, pero no tuviera amor, sería como un gong resonante y címbalo resonante.
Si tengo poder profético, entiendo todos los misterios y conocimientos, y tengo toda la fe que puede mover montañas, pero no tengo amor, nada soy.
Si diera todo mi dinero a los pobres y me quemara, pero no tuviera amor, aun así no me serviría de nada.
Ahora parece que nos miramos al espejo, borrosos, y luego nos enfrentaremos. Lo que ahora sé es limitado, y entonces lo sabré todo, así como el Señor me conoce a mí.
Ahora siempre hay fe, esperanza y amor; de estos tres, el más grande es el amor. (1 Corintios 13: 1-3, 12-13)
Si puedo hablar en lenguas de todos y con voces de ángeles, pero no tengo amor, soy como un gong que suena, de platillos.
Aunque tengo el don del Papa, comprendo todos los misterios, y todo conocimiento; aunque tengo toda la fe, y puedo mover montañas, sin amor, no soy nada.
Si doy todos mis bienes para dárselos a los pobres, y si doy mi cuerpo para que lo quemen, pero no tengo amor, de nada me aprovechará. ...
Por ahora miramos a través del espejo, oscuramente; pero luego cara a cara: ahora conozco en parte pero entonces conoceré, como soy conocido.
Lo que hoy existe siempre son estas tres cosas: fe, esperanza y amor. Pero el mayor de todos es la caridad.