En la división de los sistemas de conocimiento griegos antiguos, la historia no se consideraba como conocimiento real. Aristóteles trató casi todos los temas de su tiempo, pero no se centró en la historia porque sentía que no era necesario considerar lo que sucedió, pero sí lo que sucedería y lo que podría suceder. En su opinión, los acontecimientos históricos sólo tienen significados específicos y accidentales, que son insignificantes frente a la eternidad. En otras palabras, los antiguos griegos no consideraban la historia como el fundamento del mundo espiritual, ni creían que los hechos históricos tuvieran la función de "aprender de la historia".
Los antiguos griegos también tenían sus razones: de hecho, la historia no puede proporcionar leyes inevitables que permitan a las personas hacer predicciones precisas sobre el futuro. Sin embargo, los humanos siempre han tenido un gran interés por la historia. Algunas personas dicen que en la conciencia humana el concepto de tiempo es mucho más importante que el concepto de espacio. Podemos recordar que, en general, la gente está más interesada en estudiar la historia y predecir el futuro que en explorar el mundo desconocido.
¿Por qué nos interesa la historia? Porque lo que ha sucedido en el pasado no proporciona certeza, pero insinúa una posibilidad. En un mundo carente de inevitabilidad, la posibilidad es la noticia más importante. Además, desde la perspectiva de la experiencia psicológica y emocional humana, posibilidad significa esperanza. Sólo con esperanza las personas pueden tomar decisiones y acciones positivas y seguir creando una historia significativa.
Desde una perspectiva más amplia, la historia presenta algo digno de recordar para una sociedad y es una tradición espiritual. Permite a las personas afirmar su identidad cultural.