El paraíso de mis hijos se llama Ciudad Feliz. Tan pronto como entré por la puerta, lo primero que vi fue el zoológico. Hay animales de todo el mundo. El león ruge, el conejo salta, los pájaros vuelan: ¡es tan animado! ¡Y los animales aquí se pueden jugar con los niños, porque los animalitos aquí no son nada viciosos y son muy cariñosos!
Hay algo mágico en el cielo. La cama por dentro está hecha de tortas; la colcha está hecha de flautas de colores; las almohadas están hechas de panqueques de huevo; las ventanas son de caña de azúcar; hecha de manzanas; lo que sale del grifo es zumo y coca cola. ¡Qué casa mágica más divertida!
La Happy House es un aula móvil donde los niños se sientan bajo la sombra de los árboles, en el césped y junto a las flores, escuchan conferencias y hacen los deberes. El maestro huele la fragancia y respira aire fresco para enseñarnos. Cuando estaba cansada, molestaba al mono; cuando estaba aburrida, le gritaba tres veces al hermoso cielo azul; en la clase de ciencias, mirábamos a los peces pequeños nadando en el arroyo, cantábamos con los pájaros; clase de educación física, corremos sobre el césped, jugamos a la pelota, saltamos la cuerda: la clase es naturaleza, el aprendizaje es vida. Los profesores no necesitan polvo y los estudiantes no necesitan ser como pájaros enjaulados. Todo es agradable y natural.
Este es un paraíso infantil diseñado por mí, ¿no? Aunque esto aún no se ha hecho realidad, ¡creo que mi sueño se hará realidad!