El declive de la industria del automóvil es un problema importante en la historia económica británica de la posguerra. A finales de la década de 1930, la industria era ligeramente mayor que sus homólogos franceses y alemanes, al menos a la par de ellos en términos de capacidades técnicas y de gestión. Las tres empresas están muy por detrás de los fabricantes estadounidenses en escala y productividad, especialmente porque el mercado europeo, fragmentado por los aranceles, no permite una producción estandarizada y de gran volumen. Los tres países tendrán las mismas posibilidades de ponerse al día cuando las condiciones del mercado se vuelvan más favorables, como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, ¿por qué al Reino Unido le está yendo tan mal?
La respuesta de Timothy Whistler a esta pregunta se basa en una investigación exhaustiva de los archivos relevantes de la empresa y en entrevistas con algunas figuras clave. Su respuesta es que el sistema es rígido. Todos los fabricantes de automóviles británicos -principalmente BMC, Rover, Standard-Triumph y Rootes- estaban estancados en una forma de hacer las cosas que les había servido bien en el período de entreguerras, pero que no era completamente adecuada para el entorno más competitivo de los años 1960 y 1970. . “La gerencia y los trabajadores no pudieron ni quisieron adaptar sus estrategias, instituciones y creencias corporativas a las demandas cambiantes del entorno de posguerra. '