Por la mañana, mi madre me llevó aquí a darme un baño. Mi madre era mujer, así que por supuesto no se atrevió a quitarse la ropa y bañarse en el río, por lo que tuvo que arremangarse las perneras del pantalón, quitarse la cuerda del cabello y lavarse los pies y el cabello en el río. . La piel de mamá es tan blanca. Aunque es una mujer profesional, por alguna razón, su piel es tan clara como el jade. Pero las manos de mi madre empezaron a agrietarse muy temprano, y las grietas profundas a menudo la torturaban y a veces la hacían gritar. Sus pies ya no eran tan suaves y delicados como cuando era niña. Las uñas de sus pies estaban cubiertas de tierra negra y tenían profundas grietas. A menudo sale sangre de los huecos, pero como mujer rural, esto es algo común. A nadie le importan sus heridas, nadie la lastima, nadie la ama.
El cabello de mamá es como una cascada. El cabello de mamá volvió a crecer y ahora le llega hasta la mitad de los muslos. Ese cabello es probablemente el único tesoro que tiene mi madre. Varias veces quiso cortarlos, pero no pudo. A lo largo de su vida, mi madre se preocupó poco por otras partes de su cuerpo. Siempre tiene que hacer tareas domésticas y está tan ocupada que ni siquiera puede comer y no tiene tiempo para cuidar su piel. Pero sólo había ese pelo largo que ella se negaba a cortar. Cuando crecí, me di cuenta de que mi madre en realidad estaba profundamente apegada al complejo único de cabello largo de una mujer.
Mi madre me quitó la ropa y me metió al río a bañarme. Primavera, ayer hizo calor y frío. Tan pronto como mi piel tocó el agua, me estremecí de frío. Pensé en bajar a tierra y mi madre me empujó de nuevo al río. "Mamá, hace mucho frío" "No tengas miedo, te acompañaré". Poco a poco descubrí que en realidad hay muchos lugares interesantes en este río: mis tres patos jugaban tranquilamente en el río. Por un rato me acaricié el pelo blanco con mi boca larga, por un rato estiré el cuello y lloré de alegría, y por un rato metí la cabeza en el río para pescar. Mi madre me echaba agua del río en la cara de vez en cuando y yo le echaba agua a ella. Esta vez, poco a poco me olvidé del frío, y la risa de mi madre y yo resonaba en las montañas de vez en cuando.