Sol, lluvia y rocío, canto de pájaros y flores fragantes, es justo para todos que nuestras emociones estén bajo nuestro propio control. La vida siempre es buena. No es que suframos demasiado, sino que no sabemos cómo vivir; no es que haya muy poca felicidad, sino que no sabemos cómo aprovecharla. La gente no necesita mucho para tener algo. Mientras tengamos algo y sepamos valorarlo, seremos los que más tendremos. Un hermoso ramo de flores, una sonrisa cómplice, un saludo cariñoso, una lágrima sincera... son la riqueza espiritual invisible de cada uno. Valoremos lo que tenemos y nuestra vida será más amplia.
La primavera ha pasado y vuelto, y las flores han vuelto a florecer. Sin embargo, si no valoras lo que tienes, te arrepentirás hasta perderlo. Cuando la fuente de la vida ya no pueda manar del agua viva llena de espiritualidad, recordaremos los años de vitalidad juvenil cuando seamos viejos, lamentaremos la arrogancia de la juventud y tendremos juventud pero no sabremos cómo apreciarla. Sólo cuando fluye entre nuestros dedos nos lamentamos sin cesar. Entonces, ¿por qué no apreciar lo que teníamos cuando éramos jóvenes, rejuvenecernos y dejar que la juventud se convierta en nuestro hermoso y eterno recuerdo? Seamos protagonistas de la vida, esforcémonos, cambiémonos, creémonos. El tiempo vuela, valoremos cada etapa de la vida, cada detalle de la vida, aclamemos el trabajo ordinario, aclamemos la supervivencia con los pies en la tierra y enterrémoslo más profundamente en nuestros corazones. Sólo una vida así puede ser sublimada y eterna.
Si tienes vida, aprecias la bondad, tienes ideas afines y eres armonioso, eres generoso al ayudar a los demás y los tratas con generosidad, entonces la vida será tan brillante y floreciente como una flor. Tenerlo y saber apreciarlo es la vida más feliz y hermosa. es el hombre más rico del mundo.