El bombardero estratégico B-2, que tiene una apariencia de ciencia ficción y tecnología avanzada, es una parte indispensable de la energía nuclear “trinitaria” de un país.
Durante la feroz Guerra Fría con la Unión Soviética, Estados Unidos concedió gran importancia al desarrollo de bombarderos estratégicos. La Unión Soviética desarrolló vigorosamente varios misiles de defensa aérea y aviones interceptores de mediano y largo alcance. El ejército estadounidense se dio cuenta de que para atravesar la densa red de defensa aérea de la Unión Soviética, debía construir un nuevo bombardero estratégico. Este nuevo bombardero estratégico debe cumplir un requisito: "sigilo".
Estados Unidos no sólo lo hizo, sino que lo hizo perfectamente. Se dice que su área de reflexión del radar es de sólo 0,3 metros cuadrados, lo que dificulta su captura por el radar del sistema de defensa aérea. Además, B-2 reduce las señales infrarrojas, de luz visible y de ruido, lo que hace que sea menos probable que sea detectado.
Esto tiene mucho que ver con su aspecto único. Carece de cola vertical y timón y parece un murciélago grande. Cuando las entradas de aire no se puedan ver a través del contorno, cúbralas con material absorbente de señal. Esto, en primer lugar, garantiza su capacidad de penetrar la red de defensa aérea y, en segundo lugar, su capacidad de combate.
El B-2 tiene capacidades de combate extremadamente fuertes. Está equipado con cuatro motores turbofan sin postcombustión General Electric F-118-10 y tiene un peso máximo de despegue de 170 toneladas. Incluso sin repostaje aéreo, el alcance de combate puede alcanzar los 12.000 kilómetros. El B-2 también lleva suficientes misiles para transportar 36 bombas de racimo CGU-87 a la vez, lo que puede paralizar todos los aeropuertos de un país pequeño o mediano a la vez.
Por lo tanto, Estados Unidos elogió sus capacidades de "alcance global" y "destrucción global".