Significa que el anciano habla sin pensar y habla con naturalidad, igual que un perro sin cola, sin fundamento ni fundamento alguno. Este proverbio se utiliza principalmente para describir el discurso imprudente e irresponsable de las personas mayores. Recuerda a las personas que sean cautelosas al escuchar las opiniones o sugerencias de las personas mayores, que no las crean fácilmente y que formen sus propios juicios y pensamientos.