Una señora que pasaba lo vio, se acercó a él y le preguntó: "¿Qué miras tan en serio, niño?"
El niño respondió: "Una vez le pedí a Dios que me diera un par de zapatos. No sé si están disponibles aquí”.
La señora tomó su mano y entró a la tienda. Pidió al camarero que trajera una olla con agua caliente, lavó los pies del niño y le puso calcetines. Ella le compró un par de zapatos y luego le dio al niño algunos pares de calcetines restantes.
Después de salir de la zapatería, la señora acarició la cabeza del pequeño: "Hijo mío, ¿te sientes cómodo ahora?" El niño asintió con la cabeza. Cuando la señora se despidió del niño y se disponía a irse, el pequeño le tomó la mano por detrás, con lágrimas en los ojos, y le preguntó con voz temblorosa: "Señora, ¿es usted la esposa de Dios?"
Después de leer esto, no puedo evitar sentirme profundamente. No hay Dios en el mundo, pero cualquiera puede convertirse en Dios. Mientras sepas hacer el bien, podrás convertirte en Dios. Esto siempre calentará el corazón del niño, y el niño considerará a la mujer como la esposa de Dios porque sabe hacer el bien.
Por supuesto, también debemos aprender de la gratitud de los niños. Si estás agradecido por las personas y las cosas, amarás la vida, siempre tendrás buena suerte, apreciarás la vida... ¡y sentirás que el mundo es más amplio!
No importa cómo cambie la vida, no debemos olvidar que debemos hacer buenas obras todo el tiempo y ser agradecidos a cambio.