En Moscú la gente sólo confía en sus propios esfuerzos y estudios para ganarse el respeto de los demás.
Los moscovitas no creen en las lágrimas porque no simpatizan con los débiles. Esto está muy relacionado con la fortaleza económica de la ciudad de Moscú y del país de Rusia. Los moscovitas no son ricos, ni siquiera muy pobres, por eso trabajan y estudian tan duro que no tienen tiempo para simpatizar con los demás. La única manera de obtener el reconocimiento de los moscovitas es ganarse el respeto por uno mismo.