Esta frase la dijo el antiguo filósofo griego Aristóteles. Si la excelencia es un hábito, entonces la pereza también lo es. Cuando una persona nace, salvo el temperamento, que es diferente por naturaleza, otras cosas se adquieren básicamente y son resultado de la influencia y la educación familiar. Por tanto, todo lo que decimos y hacemos es un hábito desarrollado con el tiempo. Algunos de nosotros hemos formado buenos hábitos y otros hemos formado muy malos hábitos. Por lo tanto, a partir de ahora debemos convertir la excelencia en un hábito, convertir nuestro excelente comportamiento en algo habitual y convertirnos en nuestra segunda naturaleza. Habitualmente pensemos creativamente, habitualmente hagamos las cosas con seriedad, habitualmente seamos amigables con los demás y habitualmente apreciemos la naturaleza.