Los detalles más conmovedores:
Lo extraño es que el antílope gordo no huyó, sino que simplemente lo miró con ojos suplicantes, y luego dio dos pasos hacia él. Se dejó caer de rodillas con sus dos patas delanteras y, al mismo tiempo, dos largas líneas de lágrimas brotaron de sus ojos.
Ese arrodillarse es el llamado de la Madre Naturaleza a respetar la vida y proteger la naturaleza.
El profundo arrodillamiento del antílope tibetano ha quedado grabado en el corazón del viejo cazador. Al mismo tiempo, este arrodillamiento también ha quedado profundamente grabado en el corazón del autor.