La primera situación: los padres también son padres primerizos y no han aprendido a disciplinar a sus hijos.
Todo padre es sólo un niño antes de convertirse en padres. Convertirse en padre puede ser estresante. La presión de la vida, la presión financiera, la presión para educar a los niños y la presión para el crecimiento personal recaerán sobre los hombros de los padres. Aunque esto es algo que los padres deben soportar y afrontar, también requiere cierta comprensión. Los niños ven a sus padres gritándoles todos los días y pierden la paciencia. Hay demasiadas responsabilidades detrás. Los adultos también tienen más emociones, pero aquellos que puedan controlarlas harán que los niños se sientan mejor, y aquellos que no puedan controlar sus emociones sufrirán.
En el segundo caso, los padres que hacen huelga por la educación pueden haber crecido en ese entorno.
Los hábitos de las personas se forman en la familia. Cuando ves a tus padres atacándote y menospreciándote, siempre estás comparando a los hijos de otras personas y nunca alentándolos. Esto se debe en gran medida a que crecieron en esta atmósfera, formaron hábitos y aceptaron que ésta era la forma correcta de educación.
La tercera situación: no saber respetar la personalidad independiente del niño. A veces los niños necesitan dar retroalimentación a sus padres.
La razón por la que algunos padres son fuertes es que en sus corazones, sus hijos nunca crecerán ni vivirán más que ellos, por lo que pueden utilizar la experiencia para educar a sus hijos. Pero, de hecho, ignoran que los niños también son individuos independientes, con personalidades y pensamientos independientes. Ignorar esto puede generar conflictos familiares que nunca podrán reconciliarse, falta de voluntad para cambiar y falta de voluntad para admitir que el niño a veces tiene razón. Entonces, a veces, puedes decirles con valentía que lo que hicieron te lastimó. Si bien es posible que no te escuche, si hablas demasiado, notarán que es un problema. Mejor que soportarlo para siempre.