Esos vergonzosos recuerdos de la infancia

Paso uno: Ese año, probablemente era primavera. Regresé de la escuela y fui a jugar a la casa de al lado de mi abuelo. En ese momento, no sabía qué adulto me señaló y me dijo: "Hija, tus pantalones están sucios, regresa y cámbialos". Fui a casa inmediatamente y encontré que mis pantalones ya estaban manchados de sangre menstrual. Me sentí tan avergonzado que no me atreví a ver a nadie durante varios días. Cuando iba a la escuela, siempre me ponía la mochila sobre las nalgas porque tenía miedo de hacer el ridículo.

El segundo paso: me fue muy bien en la escuela en ese momento, ocupando el primer lugar cada año. Este incidente me hizo sentir como si hubiera cometido un error y me di cuenta de que no era tan perfecto. Resulta que soy una persona común y corriente. Cuando sucedió algo como esto, quise ocultarlo en secreto, aparentemente tranquilo, pero mi corazón ya estaba alborotado. ¿Por qué esto me pone triste? ¿Por qué lo recuerdo?

Paso 3: Cuando llegué al trabajo por primera vez, tenía una buena relación con mis compañeros. Me hablaron de un compañero de trabajo que me menospreciaba en ciertas cosas para promocionarse y simplemente me reí. Cuando supe que mi amante tenía ambos pies en el mismo barco, pensé en dejarlo rápidamente. Aunque tenía el corazón roto, todavía fingía que no me importaba delante de los demás.

Condolencia

Recuerdo que me sentí abrumado en ese momento. Recuerdo sentirme avergonzado. Recuerdo que siempre tuve miedo de que otros vieran mis defectos. Recuerdo que cada vez lo limpio yo solo en secreto, sin la ayuda de mis padres y amigos.

El quinto paso es que nadie se haga daño realmente, sino que esté dispuesto a ser avestruz. El derecho a cambiar tu vida está en tus propias manos. Escribe tu propio plan de acción.

Paso 6

Esto no es más que algo normal, un episodio en el proceso de crecimiento personal, y la línea divisoria entre niñez y juventud más clara que recuerdo.

El séptimo paso es escribir algo que alguna vez me dio vergüenza. Realmente no es nada ahora. Olvídalo, olvídalo.

La mejor manera de hacer las paces con la vergüenza es convertirla en una anécdota y desarrollar un mecanismo de defensa humorístico.