Algunos amentos grises danzaban arriba y abajo en el frescor, recortando la sombra de la orilla en el reflejo del río.
Me senté en los escalones, sosteniendo el agua fresca y cristalina del río, y algunos pensamientos volvieron a mi mente, tocando las fibras de mi corazón con el viento y las olas del otoño.
Una vez, nos sentamos en una canoa y remamos tranquilamente a lo largo del río. La orilla está cubierta de hierba verde y flores, y pequeñas mariposas se mueven entre las hojas, claras, pausadas y dispersas. Un toque de luz del atardecer del oeste cayó casualmente sobre su cuerpo, formando una estatua dorada. Reflejadas en la tenue luz, las ondas del amor flotan por todas partes y se extienden en la distancia.
Érase una vez tantas épocas así, tantos barcos remando y tantas estatuas al atardecer. Bandadas de aves acuáticas pescan en el agua y patos solitarios viven en el agua. Los sauces verdes que cuelgan a baja altura revolotean con la brisa, llevando el cálido encanto del otoño. Recoge una hoja puntiaguda de sauce y déjala calentar el sueño de ayer en el agua tranquila.
Había una vez luciérnagas fuera de la ventana. Hay motas grises, chirriar las cigarras y los insectos, y el viento baila las sombras de olas claras. Nos abrazamos y caminamos bajo la luz plateada de la luna, acompañados por el sonido del arpa y la flauta. Pisa la larga figura para medir el tiempo del amor, pisa la fresca orilla. Los años que nos aguardan son cálidos en el corazón.
Érase una vez, los pensamientos bajo los aleros, bajo la lluvia que fluía, drenaban el calor de los labios y caían sobre la arena roja entre las cejas. En la acumulación de agua otoñal, una lámpara de halo amarilla tenue no puede iluminar la reja de la celosía de la ventana. En la oscuridad, dejaste a todos tus familiares y te fuiste solo a un lugar lejano, dejando solo un monumento sin palabras junto a un trozo de hierba.
La fría lluvia otoñal empapó todas tus huellas. De pie frente a la ventana, vi una calle, un puente de piedra, casas de madera, un pequeño pueblo y una multitud de personas. He buscado en cada rincón para ordenar tus pensamientos. Lluvia amarga de otoño, agua corriente astringente, más amarga que amarga, luego nuevamente astringente.
Encontré el barco y me senté solo. Sentí la temperatura en la tabla y el paisaje poco profundo donde estaba amarrado el barco. O esas hierbas, o esas flores rotas, o esas mariposas danzantes. Sin embargo, solo existe el viento otoñal, su sonrisa ya no está y tu hermosa sombra ya no está.
Quizás, escondido en las hojas verdes, quizás en las mariposas volando, quizás en el reflejo del agua ondulante.
El barco navegaba lentamente, persiguiendo el viento otoñal que se lo llevaba. El agua tranquila y las tranquilas nubes planas están separadas por una fina capa de niebla. El recuerdo perdido se hizo añicos en el suelo, gimiendo y doliendo.
Hay manchas de hojas rojas en el frío viento otoñal. Sé cuál eres tú. Te abrazo fuerte, te acaricio y te caliento en mi corazón...