La sepsis se refiere a una infección sistémica aguda que se produce cuando diversas bacterias patógenas invaden la circulación sanguínea, crecen y se multiplican en la sangre y producen toxinas. Si las bacterias que invaden el torrente sanguíneo son eliminadas por la función de defensa del organismo y no hay síntomas evidentes de toxemia, se llama bacteriemia.
La sepsis acompañada de múltiples abscesos y un curso más prolongado de la enfermedad se llama sepsis. Las bacterias patógenas suelen ser bacterias, pero también pueden ser hongos, micobacterias, etc. Las manifestaciones clínicas generalmente incluyen inicio agudo, escalofríos, fiebre alta, dificultad para respirar, taquicardia, erupción cutánea, hinchazón y dolor de las articulaciones, hepatoesplenomegalia y cambios mentales y mentales. En casos graves, puede producirse una disfunción orgánica aguda, lo que se denomina sepsis grave. A medida que la afección empeora, puede convertirse en shock séptico, coagulación intravascular diseminada (CID) e insuficiencia orgánica múltiple.